Un chico y una chica se conocieron en un bar:

- ¿Cómo te llamas? –preguntó él.
- Cristina –respondió ella
- ¿Y qué haces, Cristina? – continuó él.
- Tomar un café contigo.
- Quería decir, ¿a qué te dedicas?
- Soy empresaria. Tengo una farmacia.
- Yo trabajo en un banco. –dijo él, respondiendo a una pregunta que no le formuló Cristina y sin precisar que su jornada laboral, además, la pasaba haciendo fotocopias para el director y los diferentes gestores.
- ¿Y tú quién eres? – preguntó ella, con mucha curiosidad.
- Soy Juan.
- ¿Pero tú quién eres, Juan? – insistió.
- Soy Juan Baeza. Soy andaluz.

Ella se acabó el café y no volvió a preguntar más. Él le explicó unas cuántas anécdotas de su pueblo, de su vida.

Ella no volvió a llamarle después de ese día. Él se fue a casa convencido de haber hecho una nueva amiga.




Quedan exactamente 8 días para irme a León y empezar el Camino de Santiago. Ha comenzado la cuenta atrás y no veo el momento de encontrarme con ampollas en los pies, con agujetas por todo el cuerpo y ese agotamiento, el malestar general con todo el mundo que me rodea pero sobre todo conmigo mismo, pensando en la hora en que se me ocurrió apuntarme a tal aventura. Sé que a pesar de todo, el viaje y la experiencia valdrán la pena.

Como han valido la pena los últimos meses, en plena sequía, regando las semillas que planté un día. Han crecido dos hermosas flores: una rosa –a veces blanca, a veces roja- y una margarita que luce espléndida, que junto a mi recién estrenado elefante de la suerte, hacen con su presencia y compañía que mis días sean un poco mejor si cabe :)

Ayer fue un día feliz. Los miércoles dejaron de ser como todos los miércoles hasta ahora para convertirse en los próximos miércoles. Volví a ver a la margarita y me encantó achucharla. Y aunque no te eché de menos, ayer faltabas tú, rosa roja. Lo sabes.

Con el paso del tiempo

Tiempo es una palabra
que empieza y que se acaba
que se bebe y se termina
que corre despacio y que pasa deprisa.


“Tiempo” (Jarabe de Palo)


A medianoche cerramos el trato. Corrí hacía la playa en busca de la luna llena que fue testigo de nuestro intercambio legal, acorde y conforme a las condiciones establecidas de antemano. Entonces disfruté, más si cabe, lo recibido.

Hablé en voz baja todo lo que había callado. Recordé los acentos, las comas y los puntos suspensivos. Fui a controlar mi suerte futura durante un rato. De camino, observaba a los personajes de la nueva obra de teatro.

Estaban casi todos, sólo faltabas tú. Un grupo de chicos italianos bebían la cerveza que le había vendido un hombre, que a su vez ofrecía hachís en voz baja. Eso, o estaba constipado. También dos chicas, muy guapas y probablemente nórdicas, paseaban su palmito delante de los italianos que inexplicablemente ni se inmutaron. En la puerta de las discotecas los porteros ejercían de porteros. Los clientes mostraban su mejor cara para poder entrar; ellos intentaban no parecer borrachos, ellas se revisaban el escote.

De camino a casa y atravesando la ciudad, un motorista salió de la nada, y nada le pasó de milagro. Muchas personas esperando el autobús en las paradas, el metro había cerrado pero a mí esta noche me apetecía escuchar música.

De repente una canción me recuerda a ti, y sin embargo poco tiene que ver conmigo en realidad. Descubrí entonces que las canciones, alguno de sus estribillos y versos son eternos. Las canciones a veces cuentan cosas que entendemos mejor con los años. Con el paso del tiempo se aprende que las canciones siempre estuvieron ahí, que somos nosotros los que las hacemos especiales cuando nos adaptamos a ellas.





“No neguemos nada; no afirmemos nada; esperemos.” (Arthur Schopenhauer)

Se siente. Mi futuro inmediato es veinte minutos más allá del momento presente. Si los demás tienen prisa, que se estresen. Lo mío es tumbarme en la playa y rodearse de niños que juegan a tirar la arena en mi toalla, y escuchar las profundas e interesantes conversaciones de las mujeres jubiladas.

Cuando termine, ya te llamaré… o no. Y cuando me canse de llamarte y pasen cinco minutos, volveré a querer llamarte y te preguntaré: ¿Dónde dices que estás y a que hora vienes?

Y nos reiremos de nosotros mismos.


“El primer defecto de la humanidad fue la fe; la primera virtud la duda.” (Carl Sagan)

Aunque mi futuro es algo más lejano que el tuyo y nuestros objetivos son tan parecidos como diferentes, ¿dónde dices que siente qué? ¡Vive el presente! Dicen que la cabra siempre tira al monte, y cómo yo soy cabra según el horóscopo chino (y esporádicamente ‘cabrón’ en la oscuridad), lo mío es tirar hacía a la montaña y andar, andar…

Anda, llámame ahora y no cinco minutos más tarde. No vayamos a perdernos otro concierto de Bach por culpa del tequila….los Dioses nos esperan. AHORA que ha sido virtud resolver definitivamente la duda, que la fe siga siendo un defecto sin velas aromáticas que lo reanimen. Toda llama se termina apagando tarde o temprano.

Mi sombrero y yo hemos vuelto. Lo siento, ¿dónde decías que está el fuego? Si me invitas a un té, te diré a oscuras que he aparcado bien el coche a propósito.

Y volveremos a reírnos de nosotros mismos. Y el uno del otro, también. ¡Qué cabrón!


“Donde hubo fuego caricias quedan.” (Mario Benedetti)

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