Cada año hay más de 200.000 casos de cáncer en España, una cifra que no deja de aumentar y asustar cada vez más a la población. El hecho de no tener antecedentes en la familia ya no es signo de una relativa tranquilidad de padecer esta enfermedad, puesto que por ejemplo el humo del tabaco que respiramos en cualquier bar es suficiente, a la larga, para padecer un cáncer de pulmón en una persona sin ser necesariamente fumadora.

De acuerdo, Leire Pajín, la flamante ministra de Sanidad, confía que la nueva ley antitabaco frenará al cáncer de pulmón a base de prohibir el tabaco en los bares; espero que además de confiar, como lo hacía Zapatero con el fin de la crisis económica, lo consiga con resultados positivos. Tal vez para ello sería necesario prohibir -ahora que está de moda- el consumo de tabaco en general, aunque sólo sea porque stá demostrado es perjudicial para la salud, como otras drogas que ya están prohibidas. Pero, qué absurdo: ¡cómo prohibir algo que recauda tantos impuestos! Como si lo verdaderamente importante fuese la salud.

Hasta ahora todos los tipos de cáncer afectan al cuerpo humano y a diferencia de otras enfermedades no es contagioso, pero está a punto de salir a la luz pública un nuevo tipo de cáncer altamente contagioso. Hasta hace poco tiempo permanecía oculto en nuestro organismo, todo ser humano lo padece aunque no todo el mundo lo sufre; en un futuro inmediato algún científico le pondrá el nombre al gen mediante el cuál se desarrolla. Pero sí sé cómo se contagia y es a través de la mediocridad, la falta de cultura y un sinfín de valores que pierden su fuerza cuando el cáncer ramifica, y finalmente la metástasis ataca a la personalidad de los individuos que lo padecen.

Sin embargo, y a diferencia de los diferentes tipos de cáncer que se diagnostican en la actualidad, cuando esto ocurre el enfermo no muere, pero tampoco tiene cura; la enfermedad se propaga, como en una película de zombies. Es por ello que cada vez se ven más ejemplos de este nuevo tipo de cáncer, especialmente en el ámbito público: personajes de televisión y farándula, periodistas en los medios de comunicación, etc. Pero no por ello debe usted despreocuparse, porque el mayor índice de contagio de este nuevo tipo de cáncer está mucho más cerca de usted: su compañero de trabajo amargado, la persona sin educación ni respeto en el transporte público que utiliza, o un familiar que ya lo padece.

Si usted, querido lector, tras un chequeo en profundidad tiene como resultado un índice alto de civismo y bajo de irritabilidad, aproveche su situación privilegiada y cambie de país. Entre la comunidad científica corre el rumor que este tipo de cáncer tiene su origen en España, aunque todavía no ha cruzado la frontera única de las diferentes fronteras que tenemos. Huya, o asuma la enfermedad crónica; no tiene cura y lejos de mejorar, éste tipo de cáncer irá a peor. A día de hoy ya se ven los resultados.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/61795

El señor de blanco

Dentro de un mes la ciudad de Barcelona recibirá a ese señor que viste de blanco, que representa a la Iglesia católica. Y lo hará bajo un régimen de austeridad, según ha dicho el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que cifra tal acontecimiento en algo más de medio millón de euros.

Por lo visto el presupuesto va en función de las sillas y las pantallas gigantes que se instalarán frente a la Sagrada Familia. Supongo que eso dependerá también de la gracia de Dios, por si ese día se le ocurre mandar un aguacero a la capital y a Benedicto XVI le toca oficiar la misa debajo del templo, junto a los operarios que trabajan con la tuneladora que tiene en vilo a los vecinos del barrio, por el túnel del AVE que están construyendo. Probablemente ahí harán más falta sus rezos.

Cuando he leído a Lluís Martínez Sistach hablando de austeridad, he recordado cómo criticó en su momento el fichaje de Cristiano Ronaldo. Ahora resulta que gastar medio millón de euros en la visita del Papa es austero, pero digno. Menos mal. Lo que todavía no está confirmado es si piensa poner a la venta camisetas (o sotanas) personalizadas para recaudar fondos, aunque pensándolo bien tampoco veo a Florentino Pérez criticando esta operación de marketing.

Es curioso, no obstante, que un señor vestido de blanco se vaya paseando por los países para hablar –entre otras cosas- de pobreza, cuando él vive bajo techos de oro y un desplazamiento suyo en tiempos de crisis tiene este presupuesto. Pero todavía es más curioso que tras una huelga general, donde la gente que lo está pasando mal ha salido a la calle a mostrar su rechazo al Gobierno, cuando se trata de criticar a la Iglesia (por su intolerancia, casos de abusos, etc) las personas católicas no sólo callan, sino que además justifican; se dejan el alma con llantos de pena contra los políticos por no llegar a fin de mes, para después comprar y encender una vela en la iglesia con llantos de esperanza.

Vamos, que no se queja ni Dios. Aunque éste al menos tiene la excusa de que no puede hablar; y si puede, a día de hoy sigue sin pronunciarse.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/60855

Mercat de Santt Antoni

Soy un tipo de costumbres, qué le voy a hacer: me gusta frecuentar los mismos lugares que me agradan, los mismos cuerpos que me complacen. Me gusta la variedad, sí, pero prefiero la tranquilidad.

Uno de esos lugares, desde hace -sin exagerar- veinte años, era 'Els Tres Tombs', un restaurante emblemático en una de las esquinas del Mercat de Sant Antoni. Quizás no hacían -ni servían- el mejor café de la zona, ni era el punto de encuentro clásico para tomar el vermut un domingo por la mañana, pero al encontrarlo cerrado hoy, con una orden judicial en la puerta, ha sido algo que me ha llamado mucho la atención.

Hace unos días paseaba por la Rambla Cataluña, contemplando el cambio que exige las nuevas generaciones. Reconozco que creí que locales como 'Els Tres Tombs' no iban a cambiar nunca, así como el 'Pollo Rico' de Sant Pau, donde por cierto se come el mejor pollo a l'ast de Barcelona. Es como si la farmacia que hay justo enfrente, precisamente debajo de donde se esconde mi niñez, cerrase de golpe. Cada vez que voy a comer pollo, me aseguro que mi niñez sigue bien resguardada, tras las marcas en las puertas de madera y los llantos nocturnos del piso de arriba.

Hoy ha sido un día especial. De repente me he visto en el mismo lugar, con apenas 11 o 12 años. Recuerdo perfectamente, quizás de las pocas cosas que recuerdo con tal exactitud, cómo ha sido mi historia con el Mercat de Sant Antoni. Primero fue con los cromos, cuaado no sólo completé mis colecciones entonces, sino además comencé a ganar mis primeras pesetas de entonces. Después crecí, y con ello las modas: ahora tocaba vender fotocopias de Dragon Ball (Bola de Drac), lo que parece una tontería daba para mucho entonces. Más tarde, según avanzaba la tecnología, empecé a profundizar con los videojuegos. No daré muchos detalles al respecto, porque cuando dejé de ganar mi primer dinero importante, fue precisamente cuando se llevaban, en la misma esquina de Els Tres Tombs, a un montón de personas que conocía en un furgón policial; por intuición o por suerte, ya lo había dejado.

Desde entonces el Mercat de Sant Antoni ha sido y siempre será especial para mí. Y Els Tres Tombs, donde hace un par o tres de años me tomaba un café con mi amor platónico, sentada junto a su novio entonces, también. Nunca nos entendimos, ni de
jóvenes ni después, en una edad supuestamente madura.

Debo decir que la mañana hoy ya se presumía diferente. Varias de las paradas habituales estaban deshabitadas, algo extraño. No obstante es un alivio, una sensación que no sé cómo describir, comprobar que otros niños, junto a otros padres, acuden cada semana a las mismas esquinas junto a sus listas para intercambiar cromos.

Cada vez que paso por esa esquina, cada vez que veo a ese niño en el que me reflejo por un instante, echo de menos al padre que veo a su lado; al padre que nunca tuve a mi lado, pues siempre fui solo a ese lugar, porque mi padre estaba muy ocupado durmiendo la resaca, o cerrando algún bar.

PD: Ayer me corté el pelo. Cada vez que la máquina pasaba por delante de mis orejas soltaba un montón de canas; muchas. Siempre me han gustado las canas, no tengo complejos al respecto, pero ahora mismo asocio mi imagen en el mismo lugar cuando ni siquiera tenía bigote; ¡cómo pasa el tiempo!

La extraña educación

Han pasado dos años. Por lo visto no es el tiempo suficiente para olvidar una mirada que se cruza con la mía, y en unas centésimas de segundo ambos ponemos esa cara de idiotas que a todo el mundo se le queda mientras su cerebro procesa a toda prisa a quién asociar esa cara.

Es sorprendente lo rápido que podemos llegar a identificar a una persona en esas centésimas de segundo, entre tantos cientos, miles, de personas que se han cruzado por nuestro camino en alguna ocasión. Aunque su pelo tenga hoy otro color, o la persona que le acompañe sea un auténtico desconocido para nosotros, el cerebro tiene perfectamente identificada al sujeto. Aunque claro, en tan breve espacio de tiempo uno no puede reaccionar, justo en ese instante ambas personas ya se han reconocido, y aunque ambas quisieran seguir su camino sin más, no pueden. La educación es un valor de extraño uso. Mientras los dos tratamos de recordar el nombre en las próximas centésimas de segundo, se intercambia un educado y absurdo diálogo tras los dos besos de rigor:

- ¡Hola...! ¿Qué tal? Creí que estabas...
- ¡Hola...! Sí, estaba... pero ya no, por aquí ando, ahora salgo del trabajo.
- ¡Ah! Nosotros venimos de...
- Bueno, pues cuídate, ¡que vaya bien!
- ¡Igualmente!

En los próximos minutos, mientras camino Rambla Cataluña abajo y descubro que una de mis librerías favoritas ya no está, que otros tantos comercios han cerrado o están en proceso de hacerlo, siento que vivo en una ciudad que un día dejo de ser mía, quizás para siempre. Al mismo tiempo, tras lo sucedido, me pregunto por qué muchas personas son tan educadas con las personas que un día perdieron el contacto -aunque no tengan intención de recuperarlo ahora- y sin embargo esa educación, ese respeto y esa atención, no se tenga con las personas que a diario nos rodean, o simplemente desaparezca de repente.

Algún día lo entenderé.

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