Martenitsa (Too good to be true)

Eres vegetariana convencida, pero probaste el fuet, el chorizo y toda la carne que viniste a buscar. Inauguraste mi apartamento con más pena que gloria, para qué engañarte. Llegaste a Barcelona con billete de ida y vuelta a bordo del cometa Halley, sin una palabra de español y abrazada a una mentira, y con un body bien doblado en el bolso, pero te olvidaste el cepillo de dientes en el mismo lugar adonde se marchó tu vergüenza después de la segunda copa de vino. Por lo visto nadie te ha enseñado aún que con la verdad se va a todas partes, tal vez sea una cuestión intercultural, o simplemente producto de tu juventud. Cómo iba a pensar yo que con ese cuerpo te ibas a preocupar, además, de cuidar tu mente. Si el lunes suele ser el peor día de la semana, aquella fue la mejor noche de los dos últimos meses. Lo digo porque gracias a ti, hoy, quiero y valoro –aún más, si es posible- a mi buena amiga canadiense, más joven que tú pero mucho más inteligente y sincera. Mi tristeza es comprobar, una y otra vez, lo difícil que es encontrar otra como ella en esta ciudad, país o continente. Quizás te sientas orgullosa de haberme engañado y a tus ojos verdes, lo mejor que hay en ti, les parezca raro que un hombre se sienta utilizado. En realidad solo te has engañado a ti misma, y lo sabes. Saluda a tu pareja de mi parte cuando vuelvas donde habita el olvido. Me dejaste la almohada llena de pelos, la Martenitsa que he lucido con ilusión hasta hoy y dos postales de Bulgaria huérfanas de palabras y sentimiento alguno, que guardaré junto a tus fotografías en el cajón de las decepciones. Espero que mi ciudad te haya tratado mejor que a mí. Too good to be true, como decías tú mientras nos despedimos hasta el día siguiente. Hasta siempre.

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