Rajoy se enroca, ejecuta a Francisco Camps por la vía amistosa y espera el siguiente movimiento de Rubalcaba.

Tiene suerte Francisco Camps de ser español porque en China ya lo habrían ejecutado, como hicieron ayer por cargos similares a los suyos con dos altos ex funcionarios, de forma literal y no solo políticamente. Pero España es un país especial no sé, diferente. Aquí se maltrata al ciudadano hasta que su voto es necesario, para engañarlo después reservándose la opción de cambiar de principios y hasta de partido político si resulta imprescindible para mantenerse en el poder y brindar con Moët & Chandon mientras se protege a toda costa a los políticos corruptos.

El ya ex presidente de la Comunidad Valenciana ha declarado que se va sacrificándose por el PP y por España, como el que deja a su pareja diciéndole que desea su felicidad pero explicando que el problema no es él. Algunas personas, incrédulas ante una dimisión que ha llegado después de dos años de espera, fantaseaban ya con la posibilidad de que la sentencia por los delitos que se le imputan resulte ser, por ejemplo, limpiar las calles de Valencia en chándal y zapatillas, sin derecho a protección solar.

Pero como la realidad acostumbra a ser más aplastante que la lógica son pocos los que dudan que Camps haya dejado la presidencia sin un pacto que le garantice una previsible cartera de ministro en el futuro. Rajoy, con la ayuda de Federico Trillo, ha conseguido su dimisión en cinco días y ha quedado en evidencia después de haber apoyado de forma incondicional al presidente valenciano durante todo este tiempo. Ahora, dicen, este movimiento de la derecha se ha realizado para reforzarles y en los medios de comunicación ya se plantean encuestas sobre la transparencia del PP… ¿Hasta qué punto este movimiento ha sido un ejercicio de transparencia cuando se ha producido hoy una muerte política que se venía reclamando desde hace dos años?

El precio del poder le ha costado en trajes a Camps y el PP nada más y nada menos que 14.000 euros, lo que para un ciudadano de a pie es una cantidad considerable pero para un político es calderilla. ¿Qué ocurrirá ahora con el resto del entramado Gürtel? El líder del PP tiene todavía mucho trabajo por delante antes de llegar a la Moncloa, deberá decidir si seguir cortando cabezas o esconder la suya bajo tierra si Rubalcaba consigue dar la vuelta a las encuestas en las próximas elecciones.

Ayer dejo el poder ese hombre de la sonrisa permanente, que no la perdió ni siquiera para despedirse ni tampoco esa costumbre de controlar todo a su antojo, pues se encargó con total precisión de que su ejecución política fuera retransmitida tan solo en diferido. Quién sabe, tal vez se creía tan importante como Murdoch y esperaba que algún cómico le agrediera en directo con una caja de costura, o peor aún, con un chiste fácil que hubiera podido ruborizarle en público.

Por cierto, tengo una última hora de primera mano. He estado hablando con uno de los toros con los que lidiará José Tomás en su próxima reaparición el domingo en la Plaza de Toros de Valencia, y me confirma que se ha cancelado lo que se venía rumoreando en los mentideros, donde se aseguraba que Camps, como buen español, quería dar la bienvenida al diestro vestido con un traje de luces. Finalmente ha cambiado de planes porque no encuentra el ticket de compra.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/73043/la-ejecucion-de-camps-en-diferido

“Algunos se enfadan con los bancos porque antes les daban lo que pedían.” (Fernando Savater)

Cada día, puntual y de forma insistente, muchas personas reciben una llamada que les recuerda la deuda que tienen con su banco. Les apremian al pago, se les explica las consecuencias de persistir en su situación -a veces encontrar una solución es una mera cuestión de actitud- y la conversación termina con un acuerdo o con otra soga más al cuello.

¿De quién es la culpa, del deudor o del banco? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

La palabra y opinión de unos contra la documentación de otros. No hay mucho más, salvo excepciones que confirman la regla de oro: el que pide tiene que pagar, pueda hacerlo o no. En otro contexto, hay gente que por esa misma regla recibe palizas callejeras o se ha encontrado cabezas de caballo en su cama, pero la banca actúa de forma más pacífica a la par que efectiva, pero peor vista: desgasta poco a poco, con la violencia de los números rojos y el pánico al interés de demora. Como reza el dicho popular, la banca –casi- siempre gana.

Hay quién no se explica la poca consideración de los bancos con esas personas que en tiempos de bonanza empeñaban el oro de los huevos de sus gallinas, y tiempo después han resultado estar podridos. Esas personas se enfadan ahora con esas entidades bancarias que en su momento resolvían sus problemas y ahora han dejado de hacerlo debido a la morosidad. Hay quién no se explica porqué hay personas que, agradecidas en su momento, buscan y no encuentran soluciones a su situación actual mientras que otras, con el poder en la mano, se solidarizan al mismo tiempo que ejecutan el embargo de sus vidas sin ningún pudor.

En los últimos días se escuchó decir a José Bono en el Congreso que estaba hasta los huevos, a propósito de la moción del PP sobre la morosidad, luego añadió estar trastornado. Hay quién no comprende tanto nivel estupidez y cinismo, condición indispensable de la raza humana. Quizás, y solo quizás, el problema sea de todas y cada una de las partes, y la solución al final resulta ser casi siempre la misma: comunicación, negociación y entendimiento.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/72874/la-gallina-de-los-huevos-podridos

Compasión

“Si conociéramos el último porqué de las cosas, tendríamos compasión hasta de las estrellas.” Graham Greene.

Es época de rebajas, los probadores de las tiendas de ropa tienen colas de espera más largas que en las oficina de desempleo. Hace calor, demasiada para perdonar la primera de varias cervezas a la sombra de una terraza, viendo el ir y venir de la gente. Estamos en época de crisis, pero solo en la hora del telediario, la lectura rápida de los titulares del periódico o al pie de una barra de bar.

En una de las calles más comerciales de Barcelona las aceras se han quedado pequeñas. Caminan personas con la vista puesta en los escaparates, en el teléfono móvil, en algún remordimiento de conciencia plasmado en sus miradas. Muchas de esas personas saben a dónde van, otras se tienen que conformar con saber de dónde vienen y sobrevivir con ello.

De repente una mujer, mezclada entre la gente, pregunta a unos y a otros a su paso: “¿Me puede ayudar para comprar un bocadillo?” – solicita con cierto apuro y evidente necesidad. No es indigente ni alcohólica en busca de unas monedas para comprar un cartón de vino, su apariencia es muy digna y aseada en la humildad de su vestuario. Tiene alrededor de 60 años y es pensionista; cobra poco más de 300 euros de una pensión no contributiva porque años atrás era ama de casa, cuando las mujeres no debían trabajar, y ahora tiene que pagar 200 euros por una habitación en la soledad y las afueras de la gran ciudad, sin familia.

Es el drama cotidiano de cada vez más personas, que no solo no llegan a final de mes sino que son incapaces de estirar su paga más allá de la primera semana. Pero el otro drama no es ya el económico, sin duda el más importante, sino el humano. Observé a esa mujer cómo preguntaba hasta a diez personas y nadie, no solo no la ayudaron, se molestó en detener su prisa para al menos escucharla: algunas de esas personas seguían mirando a los escaparates disimulando y evitando el compromiso, otros siguieron mirando su móvil y otros, lo más sinceros, mostraron abiertamente su absoluta indiferencia por esa mujer sentándose en una terraza uno metros más adelante, mientras se encendían un cigarrillo y esperaban su cerveza fría para saciar el calor.

Entonces recordé el sentimiento de compasión que existe entre las personas que son fumadoras. Es habitual, o lo era hasta no hace mucho tiempo, que si una persona se quedaba sin tabaco podía pedir tranquilamente un cigarro a cualquier desconocido que se encontrase por la calle, que si era fumador casi con toda seguridad iba a ofrecérselo sin mayor inconveniente. He conocido amigos que del apuro hicieron afición y comenzaron a rellenar sus cajetillas de tabaco vacía a costa de la compasión de los demás. Poco después esto se hizo extensible a las personas que decían que habían dejado de fumar, cuando en realidad simplemente habían dejado de comprar tabaco.

Explico esto porque me ha parecido curioso cómo se gestiona la compasión según las necesidades. Aunque estadísticamente creo que es mayor la necesidad de alimentarse que la de fumar, parece que no existe la misma compasión entre las personas que suelen comer a diario. Quizás la pobre mujer tuvo mala suerte y ninguna de esas personas fumaba, o tal vez la mala suerte es de aquellas personas que no sienten compasión alguna ni conocen todavía las vueltas que da la vida.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/72631/compasion

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