Inventario

Llueve. Llueve y hay demasiada gente y muy pocas personas ahí afuera. Hay un ejército de lobos recorriendo las estepas de la ciudad, de tristes tigres maullando como gatos persas en los rincones donde comparten su soledad con la manada.

¿La independencia? El mayor de los trabajos temporales. El quiero y no puedo constante, y cuando puedo, no sé si sé lo que quiero, ni si tengo tiempo para ello.

Llueve. Llueven abrazos con puñales y besos afilados que llegan por el camino rápido al corazón: “Cambio una promesa y dos frases bonitas por tres o cuatro gemidos, amor”. La promesa era olvidarte, lo bonito fue no decirlo y estropear ese momento.

¿La dependencia? Un estado emocional del que se acostumbra a intentar huir sin aceptarlo. Se dice, se comenta, que hace falta más cariño que agua y ozono en el planeta, y días de la semana para seguir trabajando sin cesar.

Llueve. Llueve y el paraguas cubre las lágrimas pero no evita las ganas de llorar. El tiempo es una tormenta en la que todos nos perdemos, un bálsamo que escuece pero cura cicatrices.

¿La amistad? La mayor de las quimeras. Es más sencillo encontrar pareja, aunque muchas de esas parejas en realidad se engañan al formarse para compartir sexo programado hasta aburrirse mutuamente, y poco más.

Ha dejado de llover, son las ocho de la tarde y abre el mercado…. marica el último.

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