Equivocaciones

Muy a menudo el concepto de una equivocación resulta ser algo negativo, y según el contexto hasta catastrófico. Hay equivocaciones de las que uno no se da cuenta hasta que pasa el tiempo; casi siempre resultan ser las mejores, aunque cuando se descubren parezca imposible pensarlo.

Hoy cogí un tren en dirección a un lugar del que hacía por lo menos tres años que no visitaba. No tenía la certeza de que fuera mi tren, sólo que iba en la dirección que yo quería. Pero por lo visto en tres años cambian muchas cosas, y el mismo tren que tiempo atrás iba hacía un lado del Vallés, ahora resulta que ha cambiado su ruta. Como nadie en el vagón se extrañó, protestó o montó en cólera, entendí que fue un error mío y me bajé en la primera estación con la primera intención de dar la vuelta y volver al punto de partida… pero la tarde iba a resultar mucho más interesante.

Sin saber muy bien por qué, decidí quedarme en ese lugar, que también conocía, y pregunté cómo llegar a una determinada calle a la primera persona que pasó por delante. Se puso las manos a la cabeza, casi literalmente, y le entraron los sudores al pensar que ese lugar estaba a 2.5km, y sin dar crédito ni mucho menos pedirlo, me invitó a subir al coche y acercarme amablemente. El coche, además, resultó ser un descapotable, de esos sin luna delantera que yo digo ‘de pueblo’ (por mi absoluta ignorancia hacía el mundo del motor).

Una vez llegué a mi destino, aún sorprendido por haber encontrado vestigios de solidaridad ante un desconocido en los tiempos que corren, emprendí mi camino calle arriba. La primera impresión que tuve es que me había equivocado, primero de tren y después en la decisión de quedarme, pero sin ello no habría tenido esa bocanada de aire fresco de la que tan poco estoy acostumbrado no sólo a recibir, sino a observar en mi entorno.

De nuevo volví a equivocarme, en esta ocasión al tener ese instante de negatividad… de ese optimista con experiencia que siempre me consideré. A los pocos minutos me di cuenta que iba a ser una de las mejores tardes que recuerdo, especialmente a última hora, donde tuve la suerte de tener una agradable conversación con un par de personas, desconocidas por completo, que hicieron que en el viaje de vuelta a casa –esta vez en autobús- tuviera una de las mejores sensaciones que recuerdo en los últimos tiempos.

Y con ello una lección, no digo que nueva porque nueva no es, pero sí viene bien recordar este tipo de lecciones de vez en cuando.

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