Mercat de Santt Antoni

Soy un tipo de costumbres, qué le voy a hacer: me gusta frecuentar los mismos lugares que me agradan, los mismos cuerpos que me complacen. Me gusta la variedad, sí, pero prefiero la tranquilidad.

Uno de esos lugares, desde hace -sin exagerar- veinte años, era 'Els Tres Tombs', un restaurante emblemático en una de las esquinas del Mercat de Sant Antoni. Quizás no hacían -ni servían- el mejor café de la zona, ni era el punto de encuentro clásico para tomar el vermut un domingo por la mañana, pero al encontrarlo cerrado hoy, con una orden judicial en la puerta, ha sido algo que me ha llamado mucho la atención.

Hace unos días paseaba por la Rambla Cataluña, contemplando el cambio que exige las nuevas generaciones. Reconozco que creí que locales como 'Els Tres Tombs' no iban a cambiar nunca, así como el 'Pollo Rico' de Sant Pau, donde por cierto se come el mejor pollo a l'ast de Barcelona. Es como si la farmacia que hay justo enfrente, precisamente debajo de donde se esconde mi niñez, cerrase de golpe. Cada vez que voy a comer pollo, me aseguro que mi niñez sigue bien resguardada, tras las marcas en las puertas de madera y los llantos nocturnos del piso de arriba.

Hoy ha sido un día especial. De repente me he visto en el mismo lugar, con apenas 11 o 12 años. Recuerdo perfectamente, quizás de las pocas cosas que recuerdo con tal exactitud, cómo ha sido mi historia con el Mercat de Sant Antoni. Primero fue con los cromos, cuaado no sólo completé mis colecciones entonces, sino además comencé a ganar mis primeras pesetas de entonces. Después crecí, y con ello las modas: ahora tocaba vender fotocopias de Dragon Ball (Bola de Drac), lo que parece una tontería daba para mucho entonces. Más tarde, según avanzaba la tecnología, empecé a profundizar con los videojuegos. No daré muchos detalles al respecto, porque cuando dejé de ganar mi primer dinero importante, fue precisamente cuando se llevaban, en la misma esquina de Els Tres Tombs, a un montón de personas que conocía en un furgón policial; por intuición o por suerte, ya lo había dejado.

Desde entonces el Mercat de Sant Antoni ha sido y siempre será especial para mí. Y Els Tres Tombs, donde hace un par o tres de años me tomaba un café con mi amor platónico, sentada junto a su novio entonces, también. Nunca nos entendimos, ni de
jóvenes ni después, en una edad supuestamente madura.

Debo decir que la mañana hoy ya se presumía diferente. Varias de las paradas habituales estaban deshabitadas, algo extraño. No obstante es un alivio, una sensación que no sé cómo describir, comprobar que otros niños, junto a otros padres, acuden cada semana a las mismas esquinas junto a sus listas para intercambiar cromos.

Cada vez que paso por esa esquina, cada vez que veo a ese niño en el que me reflejo por un instante, echo de menos al padre que veo a su lado; al padre que nunca tuve a mi lado, pues siempre fui solo a ese lugar, porque mi padre estaba muy ocupado durmiendo la resaca, o cerrando algún bar.

PD: Ayer me corté el pelo. Cada vez que la máquina pasaba por delante de mis orejas soltaba un montón de canas; muchas. Siempre me han gustado las canas, no tengo complejos al respecto, pero ahora mismo asocio mi imagen en el mismo lugar cuando ni siquiera tenía bigote; ¡cómo pasa el tiempo!

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