El lujo en la basura

Se trata de optimizar los recursos, de ganar tiempo al tiempo y contentar a todo el mundo: a la pareja en casa, al jefe en el trabajo y a tu círculo de amistades y familiares. Las redes sociales se han convertido en un buen recurso para aglutinar todo el tráfico de información y ofrecer un poco de ti disponible al alcance de todo el mundo… ¿pero realmente se optimiza tiempo publicando lo mismo en diferentes sitios?

Si tienes una cuenta en Facebook, tarde o temprano la tendrás también en Twitter. Según tu edad, o la perversión mental, además estarás presente en Tuenti. Si estás buscando trabajo, tu presencia es casi imprescindible en Xing o Linkedln. Y si lo tuyo es buscar nuevas relaciones interpersonales, el abanico de posibilidades es infinito. Cuando de repente aparezca el estrés y un suspiro te detenga el ansia de comunicarte a través de un teclado, será el momento de actualizar tu estado y nuevas fotografías en todas y cada una de las redes sociales. Eso, dicen, es optimizar el tiempo en estos tiempos.

No termino de entenderlo. Como dijo Fito Cabrales, ‘lo que admiro son las flores que crecen en la basura’. Tal vez por ello, según una encuesta que se acaba de publicar, el 40% de los trabajadores tiene estrés, como el 50% de los empresarios. Con estos números, casi parce más feliz la gente que está en paro, y cuanto menos es curioso que estos datos los firma además Eroski Consumer.

El trabajo ya no es lo que era. Hace no mucho tiempo teníamos el derecho a quejarnos y hoy disfrutamos la obligación de claudicar. Ser mileurista es ahora un lujo que no todo el mundo puede permitirse; un contrato basura es toda una garantía para el futuro más inmediato. Uno, por trabajar, acepta incluso trabajar desde casa… con lo difícil que ha sido siempre separar el trabajo de la vida personal. Si el futuro está en el teletrabajo, ¿qué ocurrirá con los amores furtivos de oficina? Por ahora sigue imponiéndose el clasismo en la selección de personal, así que tal vez el futuro sólo sea para personas toscas, sin presencia ni don de gentes.

Hoy en día se va a trabajar con alegría desde el lunes, y si es necesario se hacen horas extra –y gratuitas- el sábado. El cuento ha cambiado, hemos pasado de fingir a adaptarnos y atrás quedan las caras de tristeza y resignación en el trabajo, que ahora son más frecuentes en los pequeños comercios: esos empresarios cuya libertad laboral no deja de ser relativa, y donde los clientes de toda la vida acuden ahora en masa a las grandes superficies. La sonrisa hipócrita del comerciante, que aumenta o disminuye según el interés del cliente por sus productos, ya no convence; hoy el precio manda. La amabilidad y los halagos se regalan por Internet; a pie de calle ya sólo sobreviven las tiendas que aportan nuevos conceptos, y los de primera necesidad: bares, estancos, loterías, etc.

Aquí se trata de valorar cantidad en lugar de calidad, de oír sin necesidad de escuchar. ¿Qué importa cualquier lado positivo si es más fácil identificarse con lo negativo, que siempre une y vende más? La solución es lo de menos, el problema siempre será lo más importante.

Ahora que tenemos más herramientas que nunca, cuanto más intentamos optimizar nuestro tiempo más presos nos convertimos de nuestra propia libertad.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/68219/el-lujo-en-la-basura

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