Con el agua al cuello

Vivimos tiempos difíciles, como siempre. La diferencia es que hasta ahora no se llegaba a final de mes, y ahora cada vez más personas rozan el umbral de la pobreza desde el día 1.

Comprendo la preocupación de Occidente por la situación de Libia… la situación económica, por supuesto. Por lo visto el petróleo está por las nubes, como debe estar el alma de las personas que están muriendo y de las que se habla un poco menos. Por entender, puedo hacer un esfuerzo y aceptar que en España se haya tomado la decisión de reducir en 10km/h la velocidad máxima en autopistas y autovías… aunque probablemente el gasto que genera cambiar todas las señales sea superior a lo que presumiblemente ahorraremos, pero entiendo que hay que desviar la atención.

El Gobierno no se puede permitir que la población piense, reflexione y actúe. ¿Qué en España hay 1,1 millones de desempleados que no cobran ninguna prestación? Aparece un estudio de Funcas (Fundación de Cajas de Ahorros) donde se explica que Hacienda deja de recaudar cada año unos 30.000 millones de euros en cuatro millones de empleos no declarados. Entonces, uno se pregunta cuánto recaudó Hacienda en los años de bonanza, gracias a la misma economía sumergida que ayudaba, con el consentimiento de bancos y cajas, a facilitar las hipotecas.

En los últimos meses hemos dejado de ir a los bares, esa costumbre tan española, y mientras los fumadores y hosteleros lo achacan a la prohibición del tabaco, nadie se acuerda que la crisis y que los parados han dejado de cobrar la prestación de ayuda familiar de 426 €. Ya no existe como tal, ahora hay una nueva, con muchas más restricciones, sí, ¿pero qué ocurrirá con las personas que están con el agua al cuello y no pueden acceder a ella?

Vivimos tiempos difíciles, no ya por el presente sino por el futuro inmediato. Seguimos líderes en consumo de cocaína y nuestros adolescentes son campeones europeos en alcoholismo. Si además añadimos que el fracaso escolar aumenta, la crispación política aumenta, como los robos en comercios y domicilios, y la televisión no parece tener límites (El Programa de Ana Rosa lo ha vuelto a demostrar recientemente), ¿qué nos queda?

Comprendo que nos preocupe tanto la situación de Libia; somos incapaces de preocuparnos por nuestra propia situación, más allá de los intereses personales si ello conlleva algún tipo de esfuerzo. Nos queda la esperanza de que pase la crisis… que pase sola, claro.

http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/68027/con-el-agua-al-cuello

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