Eclipse




Se quejaba el Sol de que nunca podía quedar con la Luna. Ésta, argumentando motivos laborales, nunca podía coincidir con él.

Él, que era un romántico, se despertaba a primera hora para ofrecerle su mejor perfil y, por si la Luna se lo perdía, repetía el acto antes de salir del trabajo para tratar de seducirla. Era justo en ese momento cuando pretendía quedar con ella, tomar algo y contarse sus cosas... pero ella, inflexible, se debía a un horario y fichaba puntualmente en su puesto de trabajo.

Ella, que sabía del interés del Sol, a cambio le ofrecía cada noche su mejor cara... pero él casi siempre se quedaba dormido.

Estuvieron coqueteando y decepcionándose durante varios años, pero ninguno de los dos perdió nunca la sonrisa y la esperanza de encontrarse; sabían que tarde o temprano llegaría su momento, pues estaban hechos el uno para el otro y se necesitaban.

Y así fue, cuando un día el Sol decidió pedirle formalmente una cita a la Luna. Ella, encantada, consultó la agenda y accedió.

Pasó un tiempo hasta que lograron planear el encuentro. Ambos estaban muy nerviosos y sabían que disponían de poco tiempo:

"¿Y si no le gusto?" - Pensaba la Luna
"¿Fichará Villa por el Barça?" - Pensaba el Sol

Finalmente llego el día. Ambos se encontraron, por fin, y mientras la Luna esperaba una escena de seducción, se encontró a un Sol desesperado. Ella, sin embargo, accedió a sus proposiciones para limpiar las telarañas, pero al cabo de dos minutos, y sin darse cuenta, vio alejarse al Sol entre pañuelos pidiéndole a gritos su Facebook.

Él, contento y relajado, se fue a dormir. Ella, que se sentía triste y utilizada, encima tuvo que trabajar.

No se volvieron a ver hasta pasados unos años... los suficientes para olvidar lo que pasó entonces y volver a repetir la experiencia.

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