Sufrir y gozar

Tal día como hoy me tiré a la piscina, pero estaba vacía; te bebiste toda el agua creyendo que era cerveza y ni siquiera decidiste compartirla. Después te tomaste todos mis caramelos Smint creyendo que eran otro tipo de pastillas, y lo curioso fue ver cómo te hicieron el efecto que esperabas.

Cuando quise darme cuenta habían pasado los suficientes años para entender que debía revisar mi proyecto de vida. Me olvidé de tu nombre, jamás te quise (sólo por despecho) y nunca pude recuperar el manual de la buena conducta que olvidé, a propósito, en tu casa.

Y mientras tú, tan bonita como siempre, le regalas cada día una sonrisa al mundo que tanto odías, yo decidí dejar de sufrir, y gozar cada instante aunque fuera incomprendido y rechazado. Fue en aquel momento cuando descubrí que las personas que iban a compartir mi vida debían ser parecidas a mí, y no parecidas a como se suponía que tenía que aparentar yo.

Pero, sinceramente, resultó ser poco práctico. Jamás entendí a los hombres que maltratan físicamente a sus parejas, ni a éstas, al volver con ellos cuando decían estar arrepentidos. Nunca entendí por qué se mantiene una relación cuando ambas partes saben que ha terminado, ni la fidelidad a la infidelidad, o buscar en otros la libertad que está en uno mismo. Tampoco comprenderé nunca por qué entender es un agujero negro ni, por supuesto, a las mujeres que se transforman a sí mismas un sábado por la noche y no entienden al día siguiente por qué los chicos se marchaban al despertar.

Siempre me entristeció la falta de valores que encontré en el camino. Nunca fui capaz de entender cómo para estar cerca de alguien era imprescindible alejarse, la imperiosa necesidad de coleccionar a las personas como cromos, o que para conocer a alguien había que ser antes su amigo. Me he preguntado muchas veces qué habría sido de nosotros si hubieras aceptado mis pétalos de rosa aquella primavera en la que todavía no me dolía tanto la cabeza. Creo que ahora es cuando, y te reirás tanto como decías, debería estar buscando tu tarjeta. La ironía, sin embargo, será cuando yo me ría tanto cuando tú llores mi ausencia.

Me acostumbré a los fracasos emocionales, pero no aceptaré nunca la hipocresía ni la indiferencia; quién se engaña a sí mismo tiene un problema, pero quien además cree tener la razón, tiene dos problemas.

Me gustó fotografiarte; siempre dije que tu mirada era transparente. Cuando ahora veo las fotografías sólo me arrepiento de haberme equivocado. Para poder gozar también hay que saber sufrir. Y aunque para sufrir basta con uno mismo, ¿quién prefiere estar sin sufrir ni gozar?

Sabes que el día menos pensado la vida cambia, e inmediatamente pasas de estar feliz a triste, o al contrario. Es muy agradable ver cómo te acompañan en la alegría, pero cuando te encuentras solo en la tristeza te sientes vacío. Y te haces preguntas:

¿Por qué te echo de menos? ¿Cuándo encontraré mi camino? ¿Fichará el Barça a Villa?

He conseguido olvidar tu adolecencia de Peter Pan y quitarle importancia a las llantas de tu coche. Disfruto con las arrugas del atardecer de Madrid, y con Puccini encuentro la tranquilidad que me negaban tus cicatrices. Hoy sólo espero encontrar algo sorprendente, pues me he cansado de la rutina de la normalidad.

Cuando casi te doy la razón al seguir tu ejemplo, encontré un nuevo camino. Al final de ese camino me preguntarán si he querido lo suficiente, y al abrir mi corazón los demás se sorprenderán.

0 Comments:

Post a Comment



Entrada más reciente Entrada antigua Inicio

Blogger Template by Blogcrowds