Egocentrismo (irónico)

No callo, lo sé. Me despierto por la mañana hablando con la radio del despertador. Acostumbro a hacerlo solo porque las mujeres que duermen conmigo no suelen repetir, y alegan que hablo hasta cuando estoy dormido. Por suerte sólo ponen esa excusa.

Me gusta hablar, comunicarme, qué le vamos a hacer. Además como al hablar me interesa lo que digo, me recreo. Y si un día me aburro me pongo el ipod y escucho música, porque tengo esa suerte que no disfrutan otras personas de tener la obligación de mirar a los ojos del que te está hablando.

Me paso el día hablando, por teléfono en el trabajo y con los compañeros, por la calle cada vez que acecho a cualquier dependiente solitario o en ‘petit comité’, o cada vez que tengo la más mínima ocasión. Después de muchos años de escuchas silenciosas e importantes dolores de cabeza, he aprendido a defenderme atacando primero.

Cuando llego a casa y no tengo con quién hablar, como no tengo mascota y hace mucho tiempo que dejé de chatear, escribo. En realidad hablo conmigo mismo, en silencio eso sí, con la hoja en blanco del Word, hasta que un día desapareció ese clip de ayuda que muy amablemente se ofrecía a ayudarme. Nunca dejó una nota con el motivo de su marcha.

Quizás dentro de un tiempo acabe hablando solo por la calle, predicando alguna religión que todavía no existe o pidiendo dinero por el metro para pagarme una mariscada, no sé. Pero, hablando del metro, observo tanta gente solitaria de aspecto triste y que apenas se comunica más que lo necesario, que me asombra; mientras para ellos yo soy el raro, el que nunca se calla ni debajo del agua, para mí los raros son ellos.

Pero es cierto que hablar tanto acaba siendo agotador, hasta para mí, aunque me interese lo que digo y tenga muchas preguntas que responder después. Por suerte te tengo a ti, que cada día te veo, y te necesito, para descansar un poco y recuperar fuerzas. Gracias a ti soy incapaz de articular una palabra, y mucho menos pensar cuando estás delante de mí; con esa dulzura en tu mirada y el aura de tranquilidad que te rodea. No tengo ni la menor idea de cómo suena tu voz, ni cuánto hablas o callas en confianza, pero estoy seguro que eres completamente diferente al resto de muertos en vida que cada día comparten este tren con nosotros. Aunque sólo sea por la osadía de poner mala cara a todo el que mira el piercing que te has hecho en el escote.

0 Comments:

Post a Comment



Entrada más reciente Entrada antigua Inicio

Blogger Template by Blogcrowds