Soledades compartidas

Hace unos meses alguien me dijo que yo no creía en la gente, que me molestaba. Esa persona estaba muy equivocada, pero tenía una pequeña parte de razón en algo: me cuesta mucho creer en las personas que, en determinados lugares, se conocen hoy en día. En este caso me refiero a Internet.

Este medio ofrece infinitas posibilidades para encontrar prácticamente cualquier cosa: salir de la rutina, diversión, amistades, sexo, etc. No se debe responsabilizar a Internet, como habitualmente se hace, como algo negativo cuando algo va mal ni tampoco algo positivo cuando va bien. Son las personas quienes, a veces, no saben hacer buen uso de una inmejorable herramienta como es ésta para llegar a tantas otras personas en todo el mundo.

Hace muchos años que navego por la Red y he conocido a mucha gente, de diferentes lugares, formas de pensar y actuar consigo mismas y con los demás. Después de hacer una reflexión profunda sobre el tema, tras muchas alegrías y decepciones, llegué a la conclusión que tratar de CONOCER a las personas por Internet es un error.

Lo mejor es utilizarlo como un medio de contacto y CONOCER a las personas en ‘el mundo real’. Por muchas conversaciones que se mantengan mediante chats, intercambio de e-mails o leer perfiles en las páginas web de contactos, la realidad no es otra que aquella que te mira a los ojos, que gesticula y cuya voz se escucha en directo. Cuando las relaciones se alargan demasiado en el tiempo e Internet se usa como ‘EL MEDIO’ en lugar de ‘UN MEDIO’, la realidad se distorsiona con demasiada facilidad y comienzan los problemas, los malos entendidos, las decepciones.

Cuando Marc me explicó el proyecto de su blog acerca de las diferentes formas de conocer gente a través de Internet, me pareció una buena idea. Me pidió que escribiera un artículo explicando mi experiencia más reciente, como administrador del foro de un grupo de amistad que cree, cansado de lo que veía en otros grupos de amistad.

Todo empezó a principios del 2007, cuando asistí a varias cenas organizadas por diferentes grupos. En ese tiempo pude comprobar muchas cosas, pero la que me pareció entonces más extraña es que dentro de un mismo grupo, era rara la ocasión en la que se juntaban las mismas personas en la siguiente cena. También observé que las mismas personas se van moviendo por los diferentes grupos, en lugar de mantener un contacto y fidelidad al mismo, para tratar de conocer a las personas que lo integran.

Después de varias cenas y diferentes grupos, entendí el por qué de esa situación. Esos grupos dicen ser de amistad, pero la mayoría en realidad son hombres y mujeres que buscan algo más; una pareja estable, una aventura o sencillamente no quedarse en casa una noche sin planes. En definitiva, un conjunto de soledades compartidas que se engañan unos a otros, y a sí mismos. Un mercado de carne, para entendernos.

Hay un fabuloso eufemismo para disimular que uno está o se siente solo (son cosas completamente diferentes). En muchos anuncios se puede leer ‘quiero ampliar mi círculo de amistades’, cuando en realidad quieren hacer nuevas amistades porque no tienen otras y no se atreven a decirlo, por el “qué pensarán de mí”, o sólo buscan pasarlo bien esa noche y el utilizan de forma errónea la palabra ‘amistad’.

Ante la cantidad de personas que se sentían solas en una ciudad como Barcelona, pensé que sería una buena idea organizar un foro y tratar de unir a todas esas personas, tratando de discriminar a todas esas personas que tenían por costumbre dar vueltas por los grupos, y tratar de juntar a gente que verdaderamente quisiera conocer gente y hacer amistades.

Mi experiencia como administrador del foro de mi grupo fue positiva al principio. Desde el primer momento puse una serie de reglas que entendí básicas para evitar que mi grupo fuera igual que los demás. Nunca entendí a las personas que se registran en los sitios, teóricamente buscando algo, y luego desaparezcan incluso sin saludar cuando llegaron. Esa era una de las normas por las que se regía el grupo, entre otras; presentarse y mantenerse activos, bien a través del foro o en las quedadas que semanalmente se organizaban.

Las quedadas empezaron siendo cenas de sábado noche y al final hubo semanas que prácticamente salimos casi cada día. Mi idea era compartir actividades de todo tipo, pero la rutina nos llevó a la misma cena-discoteca, salvo contadas excepciones, de cualquier otro grupo. Luego surgieron los conflictos. Los problemas y los malos entendidos. Y la decepción, de haber dedicado muchas horas a un grupo de gente que no siempre supo valorar el esfuerzo y el tiempo invertido en tener que ir detrás de las personas que supuestamente querían conocer gente nueva. ¿No debería ser al contrario?

Después de reflexionar esta pregunta llegué a la conclusión que lo mejor era dar por terminado el grupo; ése grupo. No estaba manteniendo el grupo que yo quería. Era mi decisión, que muchos no entendieron, pero que probablemente tampoco se pusieron en mi lugar. Resulta que no importa cuantas cosas buenas hagas en la vida; a veces basta con un error, o una simple mala interpretación, para que todo se venga abajo y el egoísmo de las personas salga a relucir.

A pesar de todo considero que fue una buena experiencia, pues me permitió ver cómo es y reacciona el ser humano. Me aportó ciertos conocimientos sobre su conducta, y por desgracia comprobé que muy pocas personas se salvan de la hipocresía cuando está en juego algo que les interesa. Recuerdo la frase de uno de los participantes del grupo, cuando sentenció: “A mí lo que me interesa es alegrarme la vista y que cada fin de semana me lleven a los sitios”. Puede parecer una frase de un joven inmaduro, pero el tipo en cuestión tiene 35 años.

Personalmente no creo que vuelva a organizar un grupo de amistades. Soy una persona muy sociable y extrovertida, y así me consideran aquellos que me conocen. Nunca he tenido problemas para conocer gente pero sí a la hora de hacer amistades, pues es algo a lo que no todo el mundo está dispuesto, y cuando lo está, no tiene el tiempo suficiente para atenderlas y mantener el contacto.

He observado que todo el mundo, y me incluyo, somos demasiado impacientes para empezar cualquier tipo de relación a través de Internet. Después de las diferentes decepciones, cuya culpa sólo es mía y de las personas que se crean demasiadas expectativas, he decidido que lo mejor es hacer como el resto, tomar a los demás como le toman a uno mismo; como un parche en el tiempo, un entretenimiento puntual entre diferentes soledades que se acompañan.

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