Una gran noche, a pesar de todo

Quiero pensar que fue la luna llena quien esta noche alumbró nuestro destino, lo buenos y malos momentos.

Quiero pensar que fue eso, lo que hizo olvidar que un Cardhu a 12 euros no es caro, cuando se comparte entre amigos.

Quiero ordenar todas las palabras que ahora podría despotricar sobre ti, sobre ella. Sobre todo lo que siento. Todo lo que pienso. Todo lo que envidio, sin envidiarte, por supuesto, en absoluto. ¡Válgame Dios! Como dirían los cristianos. Y aquí lo dejo.

Sé que mañana, hoy, u otro día, me leerás. Y ella también. Y, en lugar de reírte, como en otras ocasiones, entenderás que algunas palabras se dicen en serio. Aunque a veces te parezca que bromeo.

Quiero pensar que anoche lo pasaste bien, o eso espero. Deseo que sólo fuera una noche de sexo y placer, de falsas palabras de amor que, debo decirte, ella también me insinuó a mí cuando bailabas con otra. ¿Cómo se llama a una mujer que, sin cobrar, juega con los sentimientos de los demás, a sangre fría? Perdón, creo que dejé muy claro la solución al acertijo. Bien sabes por qué lo digo. Y bien sé, o eso espero, que poco te importe ya.

Quiero olvidar, por mucho que me cueste, que esta noche me sentí fatal. No esperaba salir perdiendo entre los dos, pero, te lo digo de corazón, que tampoco hubiera aceptado ser el ganador en esa situación. Me complace, y no sabes cuánto, ser el que ha ganado después de perder.

Sinceramente, no recuerdo su nombre. Coqueteó conmigo, antes, durante y después de irte al lavabo. De bailar con aquella otra chica. Me dio su móvil, y ella anotó el mío. Acto seguido te preguntó: ¿Te vienes? Y te fuiste. En un segundo, en medio de la calle Balmes, desapareciste. Ahí me mostraste cómo eres. La carne, al fin y al cabo, es la carne. Te entiendo, pero no te compadezco.

Durante el camino a casa recordé la conversación de esa misma noche con Irma. El recuerdo de Natalia (la madrileña), los besos que olvidé ya de Inma. Qué cosas. Durante la cena pensé que podía estar equivocado, que realmente mi postura era la incorrecta. Pero, sinceramente, no creo que así sea. Ahora, gracias especialmente a ti, lo sé.

A día de hoy, hay algo que es importante recalcar de lo que puedo presumir de muchas cosas. Entre otras, de las que ‘un hombre’, no debería presumir.

Puedo presumir, con orgullo y desgracia, de ser un gilipollas. De meter en un taxi camino a su casa a una chica borracha que me abrazaba y besaba. Presumo de ser el imbécil que cree que la amistad es cosa de dos, cuando en realidad parece ser cosa de uno que debe demostrar todo lo bueno de sí mismo, primero, en todo caso.

Puedo presumir, y esta vez con orgullo, de poder regalar una rosa a una chica que apenas conozco y que me pareció estupenda. Simplemente porque me apeteció, sin más, en ese momento. Sin la necesidad de ir al mercado cuando hay luna llena. Sólo por ella, esta noche mereció la pena.

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